Kurt se adentró en aquella taberna que hacía meses que nadie pisaba. Abrió la puerta, roída completamente. El plomo oxidado. Se intrudujo en ella, todo lleno de telarañas, todo tal y como se quedó de aquella última vez que los soldados se diviertieron, a su manera, sea dicho de paso, en aquel mágico lugar.
- ¿Hay alguien? - dijo con voz firme al ser sorprendido por un ruido que parecía venir de la pequeña bodega llena de barriles de toda clases de bebidas.